jueves, 2 de diciembre de 2010

Presentándome un poco.



Un banco de piedra cálida abrasando sus piernas desnudas escalofriadas por el calor, un pulso lento pero constante bajo un sol primaveral inusualmente ardiente. A sus diez años de vida iba a experimentar una de las sensaciones más fuertes e inexplicables que había sentido hasta entonces. En sus manos un libro, Nana, de un tal Emile Zola, nombre que quedaría desde ese mismo día impregnado en ella para siempre. Un pasaje, una mujer otra que la de sus libros de infancia, distinta a todas aquellas que le habían contado hasta ahora, fascinante y grande en su desobediencia, decididamente la admiraba, admiraba lo que era prohibido de admirar, una mujer vetada por las buenas costumbres de una sociedad que se dice ser conveniente. Se adentraba en la nueva atmósfera con la misma excitación que profesa un niño que se sabe rozar lo prohibido….  Un murmure grandit comme un soupir qui se gonflait. Quelques mains battirent, toutes les jumelles étaient fixées sur Vénus. Peu à peu, Nana avait pris possession du public, et maintenant chaque homme la subissait. Le rut qui montait d'elle, ainsi que d'une bête en folie, s'était épandu toujours davantage, emplissant la salle. À cette heure, ses moindres mouvements soufflaient le désir, elle retournait la chair d'un geste de son petit doigt. Des dos s'arrondissaient, vibrant comme si des archets invisibles se fussent promenés sur les muscles, des nuques montraient des poils follets qui s'envolaient, sous des haleines tièdes et errantes, venues on ne savait de quelle bouche de femme. Fauchery voyait devant lui l'échappé du collège que la passion soulevait de son fauteuil…. La sociedad pintada en toda su monstruosidad no siendo más que el reflejo de una falsa moralidad adornada con irónicos grandes valores a modo de gárgolas. Así lo veían sus ojos de niña. Sintió entonces una profunda agitación que no era más que el surgir de una pronta protesta pincelada de una inexplicable pero exquisita felicidad. Ya no estaría nunca más sola en su soledad, ahora tenía un compañero de viaje, alguien con quien hablar, que le entendía. Largos diálogos transcurrieron entre puntos y comas.
"Dans sa désolation, un sourire inconscient était monté à sa face."
Emile Zola, Nana.