jueves, 26 de noviembre de 2015

En respuesta al artículo ¿Tiene arreglo Izquierda Unida? de Nicolás García Pedrajas

En respuesta al artículo
¿Tiene arreglo Izquierda Unida?
de
Nicolás García Pedrajas

En su artículo ¿Tiene arreglo Izquierda Unida?, publicado el pasado 22 de noviembre en  laRepublica.es (http://larepublica.es/2015/11/22/tiene-arreglo-izquierda-unida/), Nicolás García Pedrajas reflexiona sobre la condición de Izquierda Unida como fuerza política en calidad de frente de izquierdas en representación de la clase obrera. Aunque comparta en cierta medida su opinión,  me siento en la obligación de aportar ciertos matices a la misma.
Así pues, en un primer momento, articularé mi respuesta siguiendo y respetando el hilo conductor del autor de dicho artículo citado anteriormente, acogiéndome a la lógica de su pensamiento que desarrolla en siete puntos clave que yo resumiré en dos.
En el primer punto, Nicolás García Pedrajas pone de manifiesto el abandono del discurso de izquierda desde la perspectiva marxista, perdiendo por ende su identidad revolucionaria y contestataria desnaturalizando por la misma sus orígenes históricos, de modo a enmarcarse en el discurso hegemónico desde el discurso socialdemócrata siendo éste la expresión de lo que yo llamo “el progresismo capitalista”, que no es más que la “nueva” cara del revisionismo “reformista” con el fin de caminar hacia una regeneración del sistema, sistema que, siguiendo a Karl Marx y Friedrich Engels en El Manifiesto Comunista, más que regenerarse tiende a autodestruirse:

La condición esencial de existencia y de supremacía para la clase burguesa es la acumulación de riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital; la condición de existencia del capital es el salariado, que reposa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía es agente involuntario y pasivo, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, con su unión revolucionaria por medio de la asociación. Así, el desenvolvimiento de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía el terreno sobre el cual ha establecido su sistema de producción y de apropiación. Ante todo produce sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables.

 Dicho de otro modo, podemos decir sin miedo a equivocarnos que Izquierda Unida es heredera del pensamiento de Eduard Bernstein, padre conceptual del reformismo, pensamiento cuya idea principal, y de forma resumida, reside en la creencia de que se puede pasar del régimen capitalista al socialista sin la revolución mediante unos cambios no radicales, sino graduales y pacíficos. En definitiva, siguiendo el precepto del optimismo leibniziano,  los reformistas nos venden la socialdemocracia como “el mejor de los mundos posibles”.
En el segundo punto que abarca los seis puntos restantes, el autor trata sobre los problemas organizativos es decir estructurales de Izquierda Unida, que podrían explicarse también desde la perspectiva reformista. En la actualidad asistimos a una despolitización y desideologización no sólo de la clase obrera sino también de las organizaciones que deben representar a la misma, es la “política” del todo vale, y se abren las puertas a los jetas, esa clase de personas motivadas por la ambición personal que manifiestan un narcisismo exacerbado sin tener en consideración los intereses de la clase obrera a la que dicen querer representar, pura falacia y puro oportunismo. Por lo tanto, es cierto que existe dicho caos, no obstante no dejará de existir mientras no se decida llevar una línea política clara y definida, representativa de la izquierda como defensora de los intereses de la clase obrera, objetivo que en mi opinión sólo puede conseguirse desde el marxismo-leninismo. Evidentemente, ese no es el discurso más popular, no por el contenido sino por la amplia campaña de desprestigio que se ha llevado desde varios flancos y desde varios órganos de poder contra el comunismo. Aún así, no podemos seguir hablando desde el complejo (absolutamente injustificado dicho de paso), porque de hacerlo estamos siguiendo el discurso hegemónico que sirve los intereses de la clase dominante y por ende del sistema capitalista. Si queremos construir un frente unitario que defienda de verdad los intereses de la clase obrera debemos de oponernos al discurso hegemónico y por lo tanto enfrentarnos al sistema, puesto que la clase obrera no alcanzará jamás sus plenos derechos dentro de un sistema que la explota sistemáticamente y que la seguirá explotando con nuevas formas de explotación. Es un error pues pensar y creer que mediante la sumisión al poder en vigor se puede alcanzar un Estado Socialista que represente los intereses de la clase obrera dentro del sistema capitalista, ya que es contra natura dada la relación explotador-explotado, dominante-dominado que sustenta dicho sistema. Dicha situación la resume muy bien Nicolás García Pedrajas hablando de “mentiras y estrategias por encima de principios e ideología.”
Por otra parte, el autor del artículo señala que:

Si IU continúa sin discurso propio y a remolque de los partidos de la clase media, su supervivencia es de poca importancia. Algo que solo interesaría a las personas que viven de la organización, pero indiferente para la clase trabajadora. La supervivencia de IU tiene importancia solo si es como instrumento útil a los trabajadores y trabajadoras.

Cierto, pero sería conveniente plantearse el porqué de esta situación, y para ello tenemos que volver la vista atrás, nos guste o no. El principio del fin del PCE como partido revolucionario defensor de los intereses de la clase obrera tuvo lugar en la mal llamada transición, que no fue más que una mera transacción que permitió y legitimó la continuidad de un régimen genocida en total impunidad. Ahí tenemos la primera gran escisión en la izquierda, ya que todos los miembros de la organización no apoyaron, y con razón, el proceder de una cúpula traidora de los conceptos del comunismo así como de nuestra lucha histórica. Los reformistas ganaban así una primera batalla, criminalizando a los compañeros y compañeras que decidieron no rendirse y seguir con la lucha. Abrieron por consecuente posteriormente la puerta de forma desenfrenada a los y las jetas (que también los había y los hay en la organización) mediante la creación de Izquierda Unida, con el argumento, ya en aquel entonces, de crear un frente común de izquierda. Ahora bien, una cosa es querer crear un frente común de izquierda y otra muy diferente, dejar encabezar dicho movimiento por personas que trabajan a favor del sistema, es decir de la burguesía y en contra de la clase obrera, con el fin , y seamos sinceros, de asegurar su propio interés personal. Esto ocurre cuando hay una falta latente de organización y de formación ideológica. ¿Y qué conseguimos con esto? Que cualquier adherido al discurso populista – “discurso vacío con la sustitución de términos ideológicos por vacuidades” por retomar palabras del autor – con complejo del Che llegue a ocupar puestos de poder desvirtuando así el discurso de la izquierda aniquilando por ende nuestra lucha histórica.
Por otra parte, lo que sí me parece un error es asociar la figura del “joven universitario”, retomando aquí el término empleado por Nicolás García Pedrajas, que supongo entendido como intelectual, al de burguesía negando así su pertenencia a la clase obrera o su consideración con la misma:

 Mientras Cayo Lara proviene del mundo rural, Alberto Garzón es un representante de la pequeña burguesía. Sus vivencias son completamente diferentes y su visión de la sociedad también. No creo que nadie se imaginara a Cayo Lara posando en una de la revistas exponente de la podredumbre de capitalismo como Vanity Fair[10]. Sin embargo, no es solo Alberto Garzón, la mayoría de los líderes emergentes de IU comparten este perfil universitario y de clase media, mientras que las personas provenientes del mundo obrero son cada vez menos y su relevancia en el partido casi nula.

 Convendría aquí recordar la definición de clase obrera:

El trabajador se convierte en obrero cuando vende su fuerza de trabajo a otro llamado patrón, o capitalista, poseedor de los medios de producción y el capital necesario para que produzcan. Es decir, el desarrollo de la sociedad capitalista llevará a la creación de la clase obrera. (K. Marx y F. Engels. Manifiesto Comunista.)

Así pues, y a modo  de ejemplo coloquial, ya sea en una oficina detrás de un ordenador o de operario en una fábrica, la condición del empleado sigue siendo la de clase obrera. Dicho concepto ha sido demonizado, descontextualizado y manipulado con el fin de destruir la conciencia de clase de la cual nace la unidad en la lucha. Para ello se creó el concepto de clase media, que no es más que una forma que tiene el sistema para desposeer a la clase obrera de su identidad creando así una escisión en la misma para crear confrontación y así alejarla de la lucha por sus intereses reales, una forma más, desde la vileza, de burlar y manipular a los trabajadores. Idea profundamente vehiculada en el imaginario colectivo al servicio del discurso hegemónico, idea de la cual debemos y tenemos la obligación de desprendernos y combatir, pues nuestra fuerza reside en la conciencia de la existencia y reconocimiento de nuestra clase, siendo ésta la clase obrera. Se crea entonces una dicotomía injustificada entre trabajo intelectual y trabajo manual, que lejos de ser antagónicos son complementarios, pues no es verdad que la lucha anticapitalista se pueda llevar sólo desde la experiencia del trabajador no intelectual como afirma el autor, ya que la teoría se nutre de la experiencia y del análisis objetivo de nuestra realidad. Según los argumentos del autor, Karl Marx, figura como ya sabéis emblemática del comunismo y padre del socialismo científico, respondería al perfil “de universitario y de clase media”, como apunta el autor, por sus orígenes así como por sus estudios universitarios, razón por la cual, y siguiendo el argumento del autor, Karl Marx no habría estado capacitado para cuestionar la condición de la clase obrera. Argumento absolutamente refutable como ha quedado demostrado. Con esto no quiero decir que el partido se constituya exclusivamente de intelectuales, sino que es necesaria la unión del trabajador intelectual con la del trabajador manual ya que ambos conforman la clase obrera.
De hecho, el mismo Nicolás García Pedrajas se contradice al hablar del 15-M, movimiento constituido en su mayoría por gente no intelectual ajena a la teoría del socialismo científico, inmersa en el pensamiento hegemónico de corte liberal y neoliberal, profundamente individualista. Personas que, aparte de constituir el núcleo grueso de Podemos, han sido buscadas y llamadas a participar en calidad de candidatos en las listas de Izquierda Unida con las famosas primarias abiertas en detrimento de una lucha ideológica con un objetivo definido y determinado. Resultado, tenemos a una “organización” sin rumbo, que no sabe qué defiende puesto que no tiene identificado al enemigo, habiéndose éste convertido en una consecución de luchas que quieren diferentes cuando no lo son. Esta estrategia de “lucha” que podemos observar en la actualidad no lleva más que al agotamiento del pueblo y al desánimo del mismo. En definitiva, se están cargando a la izquierda, objetivo que pretendía alcanzar el Estado capitalista fascista desde sus inicios. Una derrota de la izquierda en toda regla, derrota inevitable si seguimos observando inmóviles la debacle de estos insensatos que no son nuestros aliados sino nuestros enemigos. Conste que mi crítica va dirigida tanto a Izquierda Unida como al PCE.
Finalmente, mi respuesta a la pregunta planteada por Nicolás García Pedrajas ¿Tiene arreglo Izquierda Unida? No si me atiendo a las circunstancias del panorama actual. Lo que tenemos que hacer como izquierda es recuperar un partido fuerte comprometido y acorde con su línea ideológica, siendo ésta previamente definida. No se obliga a nadie ni a asumirla ni a abrazarla. Queda claro que no es la idea más popular ni la que nos llevará a la popularidad ya que no se enmarca en el modelo a seguir dictado por el sistema. Ahora bien, toca preguntarnos:

-      ¿Qué buscamos?
-       ¿Cuáles son nuestros objetivos?

Preguntas a las cuales respondería de la siguiente manera: buscamos el avenimiento de un Estado Socialista que garantice los intereses de la clase obrera frente a los de la burguesía, avalando y haciendo realidad los conceptos de igualdad, justicia y libertad, nociones abstractas e inalcanzables en un sistema como es el sistema capitalista siendo éste el antítesis de los mismos. Y esto sólo se puede conseguir desde una organización claramente definida que no teme al descrédito ni a la opinión pública que no es más que el reflejo de la opresión de este Estado fascista, donde nos convencen de que estamos equivocados apelando a discursos que ellos llaman rancios y obsoletos. No nos dejemos engañar. Si tan equivocados estamos, ¿por qué ese empeño en hacérnoslo creer? Y en cuanto a discurso rancio y obsoleto, sólo os preguntaré:

-      ¿Ha desaparecido la explotación laboral?
-      ¿Queda invalidada la teoría de la plusvalía marxista?
-      ¿Hemos conseguido la igualdad en todos los ámbitos?
-      ¿Ha desaparecido la miseria?
-      ¿Quién sigue detentando el poder?
-      ¿Quién detenta el capital y los medios de producción?
-      Etc.

No ha desaparecido la explotación laboral, sino que sigue incrementando. La teoría de la plusvalía marxista sigue en vigor, hoy más que nunca. La igualdad es una utopía en nuestra realidad. Miseria, miseria y más miseria a vuestro alrededor. La burguesía sigue siendo la dueña del poder al detentar el capital y los medios de producción. Así podríamos seguir indefinidamente. Por todo ello afirmo y ratifico que nuestro discurso no es ni rancio ni obsoleto sino que es de candente actualidad. Y eso molesta y asusta, pues claro, no vaya a ser que el pueblo se acuerde de luchar por un mundo mejor, y sobre todo, que no se acuerde de cómo hacerlo porque de ser así están perdidos.

Hoy en día prima la cantidad sobre la calidad, y  es un terrible error. Por eso debemos reconstituir la izquierda y eso pasa por una reconstitución del partido. Pese a ello, no estamos solos, no tenemos que partir de cero, busquemos a los y las compañeros y compañeras que ya han empezado el camino, que los hay, aquellos y aquellas que no se doblegaron ante el enemigo cuando les pidieron hacerlo. Tal vez seamos unos pocos al principio pero luego seremos más, porque sólo desde un discurso verdadero y auténtico, sin complejos, que no mire por las encuestas sino por la clase obrera (en nuestro caso) conseguirá despertar las conciencias alienadas del pueblo. Una ardua labor se abre ante nosotros, pero no olvidemos que tenemos un precedente, que una vez pudimos y que podemos volver a hacerlo. Nuestra primera tarea es devolverle al pueblo su cultura y su memoria, sólo así conseguiremos recordarles que tienen una conciencia, la conciencia de clase.