martes, 1 de diciembre de 2015

SI ME QUIERES ESCRIBIR...

SI ME QUIERES ESCRIBIR…

Mientras iba ordenando papeles, fotografías, una serie de recuerdos guardados en una caja… cae entre mis manos un cuaderno viejo, de piel marrón, en el cual a malas penas pude leer Ministerio de Hacienda Instituto de Carabineros, al abrirlo te vi, tan joven, tan guapo, tan valiente, con esa mirada que siempre llevo en mi corazón.
Se hizo el vacío, ya no era yo en este espacio-tiempo… imágenes lejanas se desdibujan en mi mente, algo borrosas, siento un remordimiento profundo por aquellas preguntas que nunca te hice, y que ya nunca podré hacerte…
El 18 de julio de 1936 marca el principio de la guerra civil española – que nombre tan cínico para no nombrar aquel cruento golpe de Estado contra un gobierno legítimo – tenías veinte años, eras un niño, pero no dudaste en coger un fusil e irte al frente como voluntario para defender la legalidad republicana. Siempre te admiré por ello. Entonces, nos recuerdo, a ti, a mí tan pequeña, escuchando tus relatos que me parecían heroicos, benditos momentos de complicidad que nunca volverán.
Cuando me contabas la guerra, aquella guerra que no dejó nunca de atormentarte, recuerdo aquel destello de esperanza que se desprendía du tu melancólica mirada, cual el desafío de aquel que bailó con la muerte por soleares de libertad. Me fascinaba, provocando en mí una extraña mezcla de dolor y alegría. Te pregunté si tuviste miedo, a lo que me contestaste que no lo tuviste porque fuiste a luchar por la libertad, la justicia y la igualdad.
Mientras me hablabas, fundía mi mente en tu recuerdo, me imaginaba a tu lado en esa primera línea de fuego, en Madrid, gritando ¡NO PASARÁN!, oigo disparos, bombas, siento el polvo, huele a muerte a mi alrededor. Ahora lo pienso de nuevo, y lo veo con tus ojos, aquellos amados ojos que no volverán a mirarme. Se me encoje el corazón de pensar todo aquello que no pudiste contarme… un niño de veinte años, luchando, viendo caer a sus camaradas sin poder llorarles, seguir disparando teniendo al lado el cadáver aún caliente de tu amigo… luchar hasta la muerte… hasta que te alcanzó esa fatídica bala, esa bala que te dejaría inválido el brazo izquierdo toda tu vida, esa herida que te recordaría siempre que tuviste el valor de estar ahí, hasta el final.
Aún así burlaste a la muerte, esa maldita herida no te impediría seguir luchando… creíste en la victoria hasta el último instante, incluso cuando ya era evidente la derrota. Hay ciertas cosas que ya no recuerdo con claridad, maldita sea el silencio de los muertos. Y entonces recuerdo aquel barco en el que tuviste la suerte de poder embarcar, el Stanbrook, ese barco que zarpó desde Alicante donde se libró la última batalla al fascismo. No todos tuvieron tu suerte, muchos otros se quedaron en el puerto esperando a que fuesen a por ellos, pero nunca nadie fue a salvarles. Se quedaron ahí esperando aún sin esperanzas… unos se resignaron a afrontar lo que el destino les deparaba… detenciones, ejecuciones, torturas… otros sin embargo no pudieron soportarlo y en un último gesto de resistencia al fascismo se suicidaron… muertes silenciadas, olvidadas…
Tú estabas entre esos miles de españoles republicanos que consiguieron subir al Stanbrook, a pesar de ello vuestra salvación no estaba asegurada, pues os dieron caza hasta aguas internacionales, tuvisteis que sortear ataques por mar y aire, navegar con las luces apagadas en un sepulcral silencio, acechados por la muerte. Finalmente, aquel barco llegó milagrosamente a Orán, aún nadie se explica cómo. A las mujeres y a los niños los tuvieron dos días en cuarentena antes de dejarles desembarcar para llevarles a la antigua prisión del Cardenal Cisneros. A los hombres sin embargo os tuvieron retenidos durante un mes para finalmente llevaros a campos de concentración, la mayoría fueron destinados al de Boghari, en el interior del Sáhara.
Como buen joven revolucionario que eras nunca te diste por vencido, y aunque muchos no se acuerdan – ni saben – de aquellos exiliados que zarparon en aquel barco que parecía haberse tragado el mar, lo cierto es que estabais allí, más allá del horizonte… donde más allá del mismo seguirías buscando la libertad junto a hombres y mujeres que también se querían libres.
Tú no querías morir, a pesar de todo amabas demasiado a la vida, te aferrabas a ella en un interminable y apasionado tango, como aquel que bailamos juntos una vez… yo era tu revancha, esa pequeña persona a quien confiabas tu más preciado tesoro, tu historia, la historia de un pueblo que un día luchó con dignidad y valentía por la libertad. Sabías que algún día escribiría aquel relato que tanto quisieron silenciar.
Te recuerdo en una sucesión de imágenes de amor, de ese amor que no entiende de tiempos, pues para mí sigues vivo, pervives en mí para siempre, te siento en cada latido de mi corazón, golpeando fuerte para mantener viva la lucha. Te lo debo a ti y a todos aquellos y aquellas que no se doblegaron ante la barbarie.
He vuelto a nuestras tierras para continuar tu legado, no me rindo porque me enseñaste a no hacerlo, siento en mis adentros los cimientos de aquella tierra de libertad que tanto amaste, siguen gritando en sus arterias aquellas voces revolucionarias anónimas clamando una justicia que nunca llega. Nosotros, los herederos de la memoria, seguiremos luchando irremediablemente hasta la victoria, pues hoy estáis más vivos que nunca.
Como escribí una vez “el primer acto revolucionario es escribir y contar la verdad”… voy a cumplirlo abuelo… Ahora te recuerdo en ese campo del sur de Francia, fuimos a coger hierbas de la Provenza, era verano, tú llevabas tu gorra catalana que tanto me gustaba… entre ambos sobraban las palabras… éramos felices mirando a la nada, felices de estar ahí, felices de estar vivos…
Te quiero abuelo, gracias por todo, te escribo y te mando este poema allá donde esté tu paradero…

En tus ojos el destierro
De un corazón que anhela
Una patria huérfana
De aquellos que cayeron en el olvido

Lágrimas sangrientas
De unas esperanzas rotas

Libertad, libertad…
Un cántico lejano ahogado en oscuridad.  



Hasta siempre abuelo, con todo mi amor.