jueves, 2 de diciembre de 2010

Don Juan



INTRODUCCIÓN.
La figura de Don Juan ha derramado ríos de tinta a lo largo del tiempo, retomada en numerosos ocasiones, renovada no deja de inspirar y de intrigar.
En el presente y breve estudio intentaremos tras acercarnos un poco al mito de Don Juan, interpretar la visión donjuanesca propuesta por Truffaut a través de su protagonista Bertrand Morane en L’homme qui aimait les femmes.
Para situarnos un poco en cuanto al mito, Don Juan nace con la obra de teatro El burlador de Sevilla, atribuida a Gabriel Tirso de Molina en 1630. Tras esta primera aparición dicho personaje será retomado reiteradamente por distintos autores.
L’homme qui aimait les femmes, es una película del director crítico y actor francés François Truffaut que fue además uno de los iniciadores del movimiento llamado la Nouvelle Vague. La película pone en escena a Bertrand Morane, un hombre a quien le encantan las mujeres y a quien la misma idea de mujer le fascina. Para él todas las mujeres son únicas e irremplazables. Representan para él la obra de su vida, su inspiración y su muerte. Pasión que resume con estas palabras: les jambes de femmes sont des compas qui arpentent le globe terrestre en tous sens, lui donnant son équilibre et son harmonie”.
Tras esta pequeña introducción trataremos en un primer tiempo de acercarnos un poco a lo que ha sido la figura de Don Juan a lo largo del tiempo y en un segundo tiempo trataremos de dilucidar la figura de Don Juan en la obra fílmica de Truffaut, L’homme qui aimait les femmes.


LA FIGURA DE DON JUAN A LO LARGO DEL TIEMPO.

Don Juan no es sólo un personaje o un arquetipo, también es una figura de ahí que hablemos del mito de Don Juan, ya que no se puede hablar de una versión canónica de dicho personaje pues éste es multifacético, podríamos decir que Don Juan es un sinfín de Don Juanes, es ese hombre sin nombre pero que sin embargo inspira en nosotros algo familiar. La figura de Don Juan ha traspasado las fronteras del tiempo para inscribirse, y así se puede decir, en la perdurabilidad del mismo.
Don Juan es un personaje que vive en libertad pues no teme ningún tipo de autoridad, no obstante no se puede afirmar que esa rebeldía latente del personaje sea algo intencionado en la versión de Tirso de Molina. A su vez podemos observar que esa insubordinación de la que hace muestra el Don Juan de Tirso refleja en cierto modo la debilitación de la fe que conoció la Edad Media y por consecuente la estructuración de todo un sistema. Él es un burlador, burla al mundo, dicha burla se convertirá para Tirso en el motivo más grave y profundo de la transgresión de su personaje.
Don Juan rompe con el modelo caballeresco de la Edad Media, se encuentra en las antípodas del amor cortés, no es un mito amoroso sino más bien encarna el mito erótico. Es imposible no asociar a dicho personaje los conceptos de placer, lujuria, gloria, etc.
Otro aspecto importante que caracteriza a nuestro personaje es su incapacidad a amar lo que dará lugar a una interpretación romántica del mito.
Don Juan se nos presenta como un hombre joven y guapo con carácter, valiente y de reflejos rápidos, tiene ingenio y hace muestra de sutileza en la conversación a pesar de no ser un personaje culto. Su mejor arma de seducción es sin lugar a duda su espontaneidad. Se define más como un ser carnal, físico que de espíritu, ya que para él existir es gozar, siendo el goce la culminación de su deseo. Para él la vida es como un juego de ahí que sea un apostador por naturaleza.
Ahora bien con el Romanticismo llega la decadencia del mito. Por primera vez se nos presenta a un Don Juan enamorado siendo extraído de la imaginación. Aún así, quedan ruinas del mito de Don Juan como ocurre con cualquier mito. Así se conserva del personaje el hecho de que haya sido el  primer héroe desengañado, rasgo que lejos de ser obsoleto permanecerá en los nuevos héroes que serán antihéroes. Por otra parte, se conserva su faceta de seductor ya que da mucho juego. Esa última faceta se convertirá en una de las más importantes y caracterizadoras del personaje.
Nos encontramos en un momento de cambios políticos y sociales, se vive una auténtica revolución de ideas que van a cambiar la percepción que la sociedad tiene de los valores pasados. En un tiempo inclinado en asuntos políticos, la figura de Don Juan verá decaer su relevancia puesto que no es un personaje a carácter político ni ha sido pensado para ello, además sus valores son un tanto arcaicos, su concepción de la estructura social siendo los de una sociedad pasada.
Si es cierto que en cada revolución se ha querido destruir lo antiguo para crear lo nuevo, también es cierto que para poder crear un futuro ha habido que recuperar el pasado, labor que han hecho los autores del XX notamente los pertenecientes a la corriente existencialista, recuperando así el mito barroco.  


Asistimos entonces en el siglo XX a la recreación de un mito, que aunque conserve algunas de sus características propias se adapta a la sociedad del momento así como a los nuevos valores que vincula.
Encontramos un Don Juan renovado pero que no deja de ser ese seductor irreductible aunque se le añadan nuevos matices.
Estamos ante un desplazamiento de la creación literaria hacia la reflexión filosófica originado por la Modernidad, que no es más que la conciencia de crisis y agotamiento de lo moderno.
Como bien hemos subrayado anteriormente, Don Juan sigue siendo ese seductor que todos conocemos sin embargo no es la seducción en sí su componente más importante, asistimos entonces a una nueva perspectiva del personaje, la de la libertad. La seducción deja de ser su meta para convertirse en un simple medio para hallar lo que más precia es decir la libertad.
Podemos hablar del concepto de libertad como la idea estrella del siglo XX. Casi se puede hablar de un Don Juan del siglo XX como estandarte de la libertad.



 
LA FIGURA DE DON JUAN EN LA OBRA FILMICA DE TRUFFAUT, L’HOMME QUI AIMAIT LES FEMMES.

François Truffaut era un hombre a quien le gustaban las mujeres, quizás por eso sentía esa fascinación e identificación con el personaje de Don Juan. En efecto, es imposible no observar cierto rasgo autobiográfico en L’homme qui aimait les femmes, y ver en Bertrand Morane (protagonista de la película) el alter ego de François Truffaut. El cineasta relata su amor devorante por las mujeres a través del cine como lo hace su personaje Bertrand Morane con su libro, soporte para guardar todas las huellas y recuerdos, y para no olvidarse de ninguna de aquellas mujeres que le hicieron feliz aunque fuese sólo un instante.
El protagonista de la película se asemeja y distancia en varios puntos de la figura de Tirso de Molina. Aquí se nos presenta un Don Juan ya no tan joven, la cuarentena, tiene una buena situación social, es ingeniero por lo tanto es un hombre con carrera, además tiene un buen puesto de trabajo lo que supone una buena retribución económica, y algo importante, por primera vez se nos desvela aspectos de su pasado. Podríamos decir que asistimos a una introspección del personaje, un autoanálisis, un auto-psicoanálisis me atrevería a decir. A través de la redacción de su libro, que aunque sea una recopilación de todas sus conquistas, se presenta más bien como una autobiografía, en donde descubriremos aspectos íntimos del personaje. Pero por otra parte, Bertrand Morane tiene, por así decir, una visión de la vida muy donjuanesca, ama la libertad, de hecho una de sus réplicas es: “Tu es libre, je suis libre”. Por otro lado encontramos también esa misma incapacidad a amar pero aquí se añade un matiz, dicha incapacidad se podría ver explicada por una decepción sentimental que habría experimentado el protagonista en el pasado, aunque no se aportan demasiados detalles al respecto dejándonos en la duda de si amó o no amó. Esa duda que instaura el cineasta tiene por consecuencia la de humanizar al personaje. Al igual que el Don Juan de Tirso, Bertrand Morane se muestra espontáneo con sutileza en la conversación y con reflejos rápidos. Encuentra la felicidad a través del goce en este caso físico, aunque no se puede definir como un ser esencialmente carnal ya que François Truffaut lo ha investido de cierta profundidad psicológica.
Don Juan, François Truffaut y Bertrand Morane comparten un mismo secreto, el misterio de su nacimiento. No tenemos datos sobre el nacimiento de Don Juan, y en el caso de Truffaut y Morane ocurre lo mismo, ambos desconocen quién es su verdadero padre. Pero hay un dato importante que pienso conviene destacar aquí que es que el mismo Tirso de Molina, hijo de Andrés López y Juana Téllez humildes sirvientes del Conde de Molina de Herrera, podría ser hijo ilegítimo del Duque de Osuna. Con este último dato se plantea también la duda sobre la paternidad del autor. Entonces, se puede plantear si Don Juan no sería de algún modo parte de Tirso de Molina, o quizá su visión particular de la figura materna o paterna. En la película de Truffaut eso es mucho más evidente, Bertrand Morane reproduce el mismo comportamiento que su madre. Es harto sencillo constatar como el cineasta reproduce mediante el séptimo arte la relación que tuvo con su madre. Cuando el pequeño Bertrand habla de su madre, es Truffaut quien habla de la suya, sabiendo que el cineasta no supo que tardíamente que su padre no era su verdadero padre, no obstante nunca hablo públicamente de ello pero sí lo hace a través de su cine. El pequeño Bertrand no sabe quién es su padre, descubre una caja que guarda su madre en lo alto del armario, al caer la caja al suelo descubre un sinfín de fotos de hombres y cartas, inmediatamente se pregunta si uno de ellos será su padre y cuál. Esos hombres son obviamente los amantes de su madre, el mismo protagonista reproducirá dicho ritual con sus propias conquistas.
Hemos hablado antes de esa misma incapacidad a amar que sienten Don Juan y Bertrand. Morane al igual que Truffaut no se sienten queridos, datos que resalta el mismo protagonista en la película. Podemos encontrar la explicación a dicho hándicap en la relación madre e hijo, ambos, protagonista y cineasta, dicen no haberse sentido queridos por su madre, el mismo Truffaut contó que su madre no lo soportaba, cosa que también dirá Bertrand de su madre cuando relata episodios de su infancia. Otro dato autobiográfico importante de la película es la escena en donde Bertrand es castigado por su madre a permanecer sentado en una silla, leyendo, sin jugar ni hacer ruido. Esa anécdota pertenece también a la infancia del cineasta. Este castigo desarrollará en ambos el gusto por la lectura, algo que también es latente en el protagonista, si nos fijamos en su casa, observamos una amplia biblioteca llena de libros. Esto le diferenciaría del Don Juan de Tirso que no es precisamente un personaje culto. Otro punto diferenciador es el hecho que en la obra de Tirso, no es Don Juan quien cuenta sus andanzas sino terceras personas, mientras que en L’homme qui aimait les femmes, es el mismo Don Juan quien las cuenta a través de su libro.
Retrocedamos un tanto atrás. Antes hemos hablado de las fotos de los amantes de la madre de Bertrand, otra cosa que nos cuenta el protagonista es que su madre le mandaba echar  a correos sus cartas, éstas estaban destinadas a sus amantes, él las leía y luego las tiraba no llegando nunca a destinatario. En una de las cartas que lee su madre pregunta a su amante por qué no responde a sus cartas, pequeño detalle que tiene su importancia si pensamos en el Bertrand adulto. En un momento dado de la película vemos que tiene un cajón lleno de cartas de sus amantes, cartas a las cuales nunca aporta contestación, ellas también le preguntan por qué no les contesta, no habría que ver ahí una identificación de esas mujeres con su propia madre, o quizás sea él quien se esté identificándose con esos hombres “sin nombre” que nunca contestaron. Es su padre ese “hombre sin nombre”.
Como ya hemos dicho anteriormente, Bertrand vive a través de las mujeres. En la película tres, en mi opinión, son las mujeres que hay que destacar: Delphine Grezel, Geneviève Bigey y Vera. Delphine Grezel es una de sus amantes, la conoce en un restaurante, es la mujer de un médico, irá a la cárcel por haberle disparado a su marido. Esta mujer es importante porque tiene cierto poder de dominación sobre Bertrand, él sin saber demasiado por qué, accede a todas sus demandas, y es que hay algo que le gusta en esa mujer que es que, ella conforma una multitud de mujeres, en ella encuentra mujeres diferentes, de hecho dice Bertrand: “No me aburro con ella”. No hay monotonía en esa relación, relación que la misma Delphine plantea como un juego. El juego, el goce, dos cosas que unen a estos dos personajes. Delphine no está a gusto con su vida, tiene un marido aburrido, todo a su lado es pura rutina, tiene ganas de aventura, cosa que le proporciona su relación con Bertrand. Podríamos hablar de ella como el homólogo de Bertrand en mujer. Quizá por eso se sienta a gusto Bertrand con ella, porque se reconoce en ella, pero no sería esto cierta forma de narcisismo o esconde cierta inseguridad del personaje. Geneviève Bigey es la editora que apoyará la publicación de su libro y luego será también su amante. Es ella quien vemos nada más empezar la película, en el entierro de Bertrand, algo retirada, empezando a narrar su vida con voz en off. No podemos evitar pensar en Catalinón el fiel criado de Don Juan cuando vemos a Geneviève, ambos son los más cercanos al protagonista, ya sea Don Juan o Bertrand, conocen de primera mano los acontecimientos de su vida así como sus pensamientos, el uno por estar a su lado y el otro gracias al libro que escribe Bertrand. En efecto, ese libro representa al protagonista en su total desnudez, es más cuando estará a punto de ser publicado el protagonista muestra cierto arrepentimiento, porque toma consciencia de que va a ser leído, visto por dentro, pudor que le entra a cualquier escritor y más si escribe sobre su vida, el pudor de la mirada del otro. Ese libro es el punto de conexión entre ambos, Bertrand y Genevieve, ella se convierte en una especie de confesora del protagonista, que gracias al libro se adentra en lo más profundo del protagonista lo que le permite divisar el mundo cómo él lo percibe. Vemos en la escena de la editorial cómo Genevieve defiende al autor, Bertrand, y su libro invitando a los demás a verle como ella lo ha visto. De hecho es ella quien le cambia el título a su libro llamado en un principio Le cavaleur, por L’homme qui aimait les femmes, título que será también el de la película, ¿simple coincidencia o no? ¿La película no será ese libro que el cineasta nunca ha escrito? Lo cierto es que Bertrand y Truffaut tienen más o menos la misma edad, contando que Bertrand tiene la cuarentena (no se especifica cuántos) y Truffaut cuarenta y cinco años, cuando ambos realizan su obra, el libro en el primer caso y la película en el segundo. Geneviève define a Bertrand como un niño, en falta de afección, para quien la vida es un juego. Quizás también Bertrand y Truffaut sean unos niños eternos en busca de amor materno que nunca tuvieron. Por último tenemos a Vera. Sólo aparece una vez a lo largo de la película, no se sabe muy bien cuál ni cómo fue su relación con el protagonista. De hecho observamos que no tiene apellido, no se proporciona dicha información, es por así decir anónima, pero por la entrevista que tienen juntos llegamos a deducir que ha habido algo entre los dos, algo importante, un algo que podría ser la razón de esa oscuridad que vemos en Bertrand. Dolor es lo que nos inspiran sus palabras y su expresión, entonces el público se plantea ¿Amó Bertrand alguna vez, Don Juan amó? ¿Amar Don Juan? Volvemos ahí a esa idea romántica del Don Juan de Tirso suscitada precisamente por esa incapacidad de amar. Bertrand dice algo muy importante, tras su encuentro con Vera: “Ella es la razón de mi libro y ni siquiera la nombre, es por culpa de ella que he escrito este libro”, y si Vera fuera todas esas mujeres, o quizás la buscase a través de todas ellas. 
Otro momento importante de la película es el final, donde vemos como Bertrand muere atropellado por un coche mientras que iba corriendo tras las bellas piernas de una mujer. Se podría hablar aquí de una muerte simbólica, ya que el protagonista muere libre teniendo por última visión aquello que más apreciaba en el mundo, las piernas de una mujer. “Ni un solo hombre” tal es lo que se dice en la primera escena de la película, siendo el entierro de Bertrand, en efecto no hay ni un solo hombre. Bertrand ha sido un hombre, que desde su infancia, ha vivido rodeado de mujeres y que ha muerto rodeado de mujeres. Se puede decir que ha sido un hombre feliz, ¿habrá sido tan feliz como él Truffaut?
En L’homme qui aimait les femmes, el cineasta nos abre en cierto modo las puertas de su intimidad. Con innegable carácter autobiográfico François Truffaut nos presenta su particular visión del mundo y del amor a través de una de las figuras más importantes de la literatura española, Don Juan.  


CONCLUSIÓN.
La figura de Don Juan ha sido muy prolifera tanto en la historia de la literatura como en la del cine. El mito ha traspasado el tiempo pero no ha dejado de fascinar generación tras generación.
A pesar de haber sido presentado como el ejemplo que no hay que seguir, como alegó Gabriel Tirso de Molina, no ha sido vetado por la sociedad que ha visto en Don Juan, me atrevo a decir, el reflejo de una sociedad enferma de falsas virtudes.
Hemos hablado de las características de Don Juan, pero cierto es que no están aquí todas presentes ya que son una infinidad siendo tantas como caras tiene el personaje. Pero conviene preguntarnos ¿Hubiese existido Don Juan sin la mujer?